Discurso del autor Miguel Ángel Baamonde. Leido por Ana María Olivares el día de la presentación de Leonor, Memoria de la niña esposa, en Soria:

Señoras, señores:

Solicito vuestras disculpas por dos razones: la primera por el tono inusual de la presentación, ya que pertenezco a aquellos antiguos infantes que aprendieron buenos modales leyendo La buena Juanita y otros tratados similares de urbanidad, por lo que el llamamiento con el que abro mi intervención viene a ser recuerdo —y homenaje en cierto modo— de los lejanos años en los que esa era la forma correcta de dirigirse a un público escuchante. La segunda por mí no presencia ante ustedes, pero tanto la edad como los achaques se han concitado para no dejarme gozar de otra gustosa estancia en esa Soria que tantas incitaciones presenta para mí. Lo de la muy repetida sentencia de Pascal sobre las razones del corazón que nunca coinciden con las de la razón. Acéptenlas y concluidas estas disculpas, pasemos a lo que realmente motiva este acto.

Hoy y antes ustedes se presenta un nuevo libro que recoge la vida de una soriana que siempre ha permanecido en lugar discreto, como compañera, fugaz, de su marido, el poeta Antonio Machado.

Frente a este hecho, el de la publicación de su biografía, cabe preguntarse si dicho trabajo era necesario o importante, puesto que su figura nunca ha sido eludida por todos aquellos biógrafos y editores que se han ocupado de obra y vida del poeta, aunque y necesariamente siempre de una forma que podríamos considerar como obligatoria. ¿Por qué? ¿Quizá porque fue su compañera y esposa enamorada durante los cortos años sorianos y por ello, simplemente por ello, merece ser recordada pero sin mayor proyección? Esa es, fue y muy posiblemente será la actitud de muchos de los que se acerquen a la figura machadiana con afán de estudio de su obra y comprensión de la misma; pero, y siempre ha de surgir un “pero” que nos lleve a clarificar el sentido real y profundo de muchas preguntas, pero —repito— eso no es suficiente para ese intento de aprehensión de la obra total del poeta. ¡Y ahí está o radica la importancia que se le supone a esta Leonor que hemos biografiado y que trasciende más allá de su fallecimiento! Y es algo que nadie, o muy pocos han tenido en cuenta; porque como expongo en las partes del libro que complementan su biografía, Leonor supone, con su muerte, un brusco cambio en el hacer y el pensar de Antonio Machado.

Y si la mayor parte de mi trabajo la ocupa su biografía real, expongo en esas tres siguientes, o sea, segunda y tercera y cierre, la valoración de su huella y el por qué ese cambio de rumbo hacia la prosa que parece ir en detrimento de su poesía. Todo esto resulta más complejo de lo que a simple vista pueda parecer, y para ello se necesitaría bastante más espacio que el aquí disponible o en que en esas partes siguientes a la biográfica se plantea.

Lo expreso en el titulado Cierre cuando escribo que tras todo hombre importante hay siempre una gran mujer y expongo mis razones para tan arriesgada afirmación respecto a Leonor.

Y eso fue ella a pesar de su corto paso por la tierra. Porque el gran vacío que dejó tras su muerte en el ánimo de su esposo, le valió a él para reconducir su quehacer poético por otros caminos que, acorde con sus personales inclinaciones, resultó más fructífero en su pensar de aquellos años. Es curioso como ese concepto que denominamos ausencia puede ejercer permanente presión en determinados personajes hasta llevarlos a conclusiones que no estaban en su imaginario en los primeros momentos de esa misma ausencia.

De Leonor, y por lo que antecede, me he ocupado en diversos trabajos, siendo el primero mi extensa obra Guiomar, asedio a un fantasma, en la que ni es mencionada ni se le dedica atención personalizada, pero en la que sí está presente, tal y como reza el deseo inicial: Esta obra se escribe pensando en Leonor; y es, en cualquier sentido que se tome, un acto de justicia a su memoria; algo más tarde me ocupé de glosar el conocido como Ciclo Leonor dentro de la poesía de Antonio Machado, para finalmente desembocar en la biografía que ahora se presenta. Un trabajo difícil, complicado y tremendamente lento, pues tal y como se explica en su introducción, supuso unas cuantas versiones, la penúltima de las cuales hubo que reconstruir en su práctica totalidad, dada su pérdida en los múltiples avatares en que se vio envuelta en el año del Centenario de la muerte de Leonor, pensado como el de su publicación. Todo ello ha redundado en beneficio de la biografiada, ya que al volver a iniciar la rebusca de datos y documentos, así como de reinterpretación de numerosos pasajes, han quedado subsanadas —al menos por el momento— algunas incógnitas que se habían pasado por alto, viéndose compensada de esta forma su figura.

Pero, pueden preguntarse ustedes, ¿dónde radica el interés que despierta actualmente; ya que si hasta ahora no despertó la curiosidad de biógrafos y comentaristas, es que en realidad no pasa de ser una figura secundaria
—lamentablemente— en la vida del poeta? Naturalmente, puede estarse o no de acuerdo con la pregunta. En el primer supuesto apenas supondría un añadido a la vida de Antonio Machado; una anécdota, importante por el dolor que en él dejó de forma inmediata, pero que en ningún caso haría necesaria una biografía que aclarase nada o muy poco que añadir al camino de Antonio Machado; en el segundo supuesto, habría que plantearse muchas —quizás demasiadas— preguntas sobre ese por qué; y no es el momento de ponerse a explicar las mismas. Falta, lógicamente de tiempo. Baste decir que su figura viene a ser la respuesta a un cuestionamiento ya antiguo en el que se pone de manifiesto la utilización de un nombre y un personaje, Guiomar, como denominación dirigida a otra persona, equívoco que hay que deshacer de una vez por todas y que yo he intentado exponer en mi libro mencionado más arriba, como ese acto de justicia hacia su figura inmarcesible y que apunto en esa página preliminar del mencionado estudio. Justicia que Leonor merece no solo como esposa del poeta, iluminadora de su vida; también como inspiradora de una forma de pensar y hacer que lo llevó por derroteros inusitados, aunque sí intuidos ya desde sus comienzos.

Pero esto, lógicamente, no es todo. Baste, pues, con dejar bien señalada la importancia de Leonor en la vida de Antonio Machado, y recalcar lo ya afirmado: no fue una presencia fugaz, a pesar de su corto paso por la vida, sino una presencia-ausencia de enorme peso en la vida y el hacer de nuestro poeta.

Y con esto acabo. El libro está ahí; si con él consigo despertar la curiosidad de nuevos investigadores hacia la figura y la problemática que la misma promueve, me doy plenamente por satisfecho. Muchas gracias por su asistencia al acto y a la atención que me han prestado.

Miguel Ángel Baamonde