El pastor de Carenas se pone traje
(Fuente: HERALDO:ES)
Aprendió a amar la Literatura mientras cuidaba su rebaño. Ahora, Andrés Nuño acaba de presentar su segundo libro.
Se presenta con americana, pero no es su estilo. Enseguida suelta: “La ropa la he comprado para presentar el libro. No me importa cómo salir, no soy modelo. Esto es inimaginable para un hombre de monte”. Una naturalidad que no solo muestra cara a cara, sino también en sus escritos.
Es humilde y no cree que su historia, al contrario que sus historias, tenga nada de particular. Aunque, muy a su pesar, Andrés Nuño entiende que su condición de pastor poeta resulta chocante. “Suspendía todo en la escuela, aunque la redacciones se me daban bien. Tendría unos 10 años cuando empecé a ir a cuidar a las ovejas los fines de semana. En poco tiempo, ya me iba solo con ellas”, cuenta. Para pasar los largos días de invierno, se llevaba libros al campo de Carenas, su pueblo, que apenas sobrepasa el centenar de vecinos. Mientras su rebaño pastaba, él devoraba las páginas de Coelho, Sampedro o su favorito, Delibes. Hasta que comenzó a emularlos. “Nunca imaginé publicar”, reconoce. Pero lo hizo. Un primer volumen que le dio a conocer hasta comenzar a colaborar con medios locales de la comarca de Calatayud, como la emisora de la SER en la población. La radio, de hecho, ha sido compañera de viaje. “Llevo tanto tiempo solo en el monte, que los transistores me han ayudado a informarme sobre Chechenia o Afganistán. Si tienes curiosidad, llegas a casa y miras dónde está. Y eso te da pie para escribir una historia”, dice.
Y así, en su último libro, que presentó esta semana en la Fnac de Zaragoza, aborda temas diversos. Y también géneros. Desde narraciones hasta poemas, con un hilo conductor que resume su primer poema, el que da título a la obra: ‘La bandera del mundo’. Para Andrés, es una sola: la ropa tendida al sol, en cualquier lugar, como un símbolo de la unión de los pueblos. Por supuesto, también dedica parte de su escritura a Carenas. “A cada uno le inspira su entorno. Tengo poemas como ‘Dónde estuvo el ganado’, relacionados con mi día a día, o ‘Los ojos del aire’, en el que narro cómo mando mis ojos para ver desde arriba y el águila me ayuda a llevarlos más alto. En mis escritos, el lobo o el águila no son los malos de la peli”, explica.
No se plantea qué haría de convertirse en un best-seller. Tiene claras sus prioridades. “Ser pastor no es ir con el palo, es un sentimiento también. Vivo de las ovejas y no lo voy a dejar”. Por eso, no mira al futuro. “Sería malo que me viera de alguna manera. El éxito y el fracaso son relativos: cambian las situaciones, pero tú sigues siendo la misma persona -afirma-. Es mejor no esperar nada, que todo fluya”. De momento, fluyen sus palabras hilando relatos cerca de su rebaño. “No debería tener nada de extraño. Hay mucho estereotipo irreal sobre el hombre del campo. Si gusta lo que hago, bien. Si no, dejaré mis libros en la mesilla y me iré a montar a caballo”, concluye.